Rachel D'Silva

Rachel D'Silva, Jamaica

Científica Medioambiental Superior en CL Environmental

Biografía

Rachel D’Silva creció entre Belize y Jamaica, observando cómo dos islas similares trataban a la naturaleza de manera tan diferente. Ese contraste la inspiró a dedicarse a la protección del medio ambiente, velando al mismo tiempo por la prosperidad de las comunidades locales. Actualmente se desempeña como Científica Medioambiental Superior en CL Environmental, donde ha dedicado los últimos dos decenios a buscar el delicado equilibrio entre el desarrollo y la conservación en todo el Caribe. Ya sea como investigadora del medio marino, supervisora de la labor de jóvenes profesionales o defensora de políticas más sólidas, Rachel cree que la naturaleza no es un obstáculo para el desarrollo, sino que es la base que lo sustenta. Esta experta buceadora y aventurera de corazón trabaja para garantizar que las futuras generaciones hereden un planeta digno de explorar. “One love, one planet”.

P. ¿Qué experiencia personal ha determinado o inspirado su trayectoria?

De niña, me llamaban la atención las diferencias entre Belize y Jamaica. Los dos lugares parecían tan similares, sin embargo, la forma en que trataban a sus animales y su medio ambiente era muy diferente. Quería algo mejor para Jamaica. 

En la Universidad de las Indias Occidentales, vi crecer mi pasión por la conservación. Con mi tesis de fin de grado, sobre los corales del cayo Lime, se consolidó mi amor por la ciencia y la naturaleza, y me quedó claro que ese iba a ser mi mundo. En ese momento, muy pocos nos dedicábamos a la ciencia de los corales y su conservación. Mi primer contacto con los servicios de consultoría se dio cuando todavía era estudiante de grado, y pude conocer los desafíos del mundo real en cuanto a lograr un equilibrio entre la conservación y el desarrollo. 

Esa primera experiencia determinó la forma en que veo mi trabajo por el medio ambiente, no solo como científica, sino también como alguien que busca reducir las diferencias entre la conservación y el desarrollo y las comunidades afectadas por ambos. Muy a menudo, la protección ambiental se considera más un obstáculo que una parte esencial del progreso. La realidad es que unos ecosistemas fuertes promueven unos medios de subsistencia fuertes, pero cuando se excluye a las personas del diálogo en torno a la conservación, este se ve como algo impuesto en lugar de algo de lo que son parte.

Mi interés es velar por que la ciencia y las políticas trabajen tanto para las personas como para la naturaleza. La conservación debe integrarse en el desarrollo, y no ser un añadido de último momento. El objetivo no es detener el progreso, sino garantizar que su avance no sea a costa de los propios recursos de los que dependemos todos. 
 

P. ¿Se ha sentido inspirada por alguien? Si es así, ¿qué aspecto de esa persona le ha resultado motivador?

Mis dos abuelas me inspiraron desde muy pequeña. Mi abuela paterna en Belize tenía un profundo respeto por la naturaleza. Creía que cada ser vivo tenía valor. Su amor por los animales y el medio ambiente influyó en mi comprensión de la compasión y la convivencia con la naturaleza. Mi abuela materna en Jamaica fomentó mi curiosidad y amor por el medio ambiente. Nunca cuestionó mi pasión: ya fuese cuando traía a casa animales, cuando aprendía sobre el mundo natural o luego cuando elegí mi profesión. Me alentó a cuidar y comprender la vida que me rodeaba, e insistía en que mis intereses eran importantes y que podía hacer de ellos algo significativo. Ese apoyo incondicional me dio la confianza para seguir este camino, incluso en ámbitos en que la defensa del medio ambiente suele descartarse o subestimarse. 

Esa misma fuerza y convicción es la que admiro en la Primera Ministra Mia Mottley de Barbados. Me genera inspiración y me llena de esperanza, no solo para el liderazgo de las mujeres, sino para el futuro de nuestro planeta. Ha demostrado lo que significa ser una defensora incansable de la acción climática, situándose en el escenario mundial para exigir que se escuche a los pequeños Estados insulares en la lucha contra el cambio climático. Su liderazgo es un recordatorio de que las acciones audaces y contundentes son posibles, incluso frente a los desafíos económicos y políticos mundiales. No solo ha promovido cambios en las políticas, sino que también ha transformado la narrativa, dejando claro que la responsabilidad ambiental no es un lujo, sino una necesidad para nuestra supervivencia. Ver a una mujer caribeña asumir el liderazgo con ese grado de convicción refuerza la idea de que nosotras también tenemos el poder de impulsar cambios significativos en nuestros propios espacios, ya sea en una sala de juntas, una obra de construcción o sobre el terreno, en el trabajo de protección de los ecosistemas que son la base de nuestro sustento. 
 

En su labor de conservación de los humedales, ¿cuál ha sido el reto más importante al que se ha enfrentado y cómo ha influido esta experiencia en su dedicación para crear un impacto positivo?

Uno de los principales desafíos en la conservación es el hecho de que las decisiones siguen basándose en los costos a corto plazo en lugar de la sostenibilidad a largo plazo. Si bien cada vez se reconoce más el valor de los ecosistemas naturales, el desarrollo sigue dando prioridad a las ganancias financieras inmediatas, y sigue siendo más fácil y barato destruir humedales vírgenes que diseñar proyectos que integren la resiliencia frente al clima y la protección de los ecosistemas. Sin políticas que exijan alternativas racionales desde el punto de vista ambiental, la conservación suele considerarse un aspecto secundario, en lugar de un principio central de la planificación y el desarrollo. 

Jamaica tiene un proceso riguroso de evaluación del impacto ambiental, pero durante muchos años solo se vio como una etapa del proceso y no como una herramienta importante para perfilar el desarrollo sostenible. Recién hace poco comenzó a influir en el diseño de los proyectos, y ha permitido identificar de forma oportuna los hábitats críticos y hacer las modificaciones correspondientes para protegerlos. Sin embargo, siguen planteándose desafíos a la hora de que la conservación y el desarrollo se vean como algo interconectado y no como fuerzas opuestas. La adaptación basada en los ecosistemas, que prioriza las soluciones basadas en la naturaleza, todavía no se ha integrado de forma significativa en el diseño de los proyectos. Me refiero a estrategias probadas, como la captación del agua pluvial, la integración de los humedales en la gestión de las inundaciones o el uso de estructuras elevadas en lugar de destruir hectáreas de humedales. 

Una parte fundamental de mi trabajo ha sido colaborar con expertos de diferentes campos de investigación sobre manglares, desde evaluaciones sobre el almacenamiento de carbono hasta nuevas técnicas de rehabilitación y restauración. Estas asociaciones me han ayudado a mejorar la forma de cuantificar el valor ecológico y económico de estos sistemas, a fin de presentar argumentos más sólidos a favor de su protección. 

Más allá de las políticas y su aplicación, los resultados satisfactorios y duraderos en materia de conservación dependen de la implicación de las personas que viven y trabajan en estos ecosistemas. Uno de los aspectos más gratificantes de mi trabajo ha sido entablar relaciones con las comunidades. En proyectos concluidos hace más de quince años, las personas siguen comunicando los cambios ambientales que observan, lo cual pone de manifiesto que la conservación no solo implica proteger los ecosistemas, sino también asegurarse de que las personas que dependen de ellos se sientan incluidas en el proceso. La transferencia de conocimientos en ambos sentidos fortalece las iniciativas de conservación, ya que las comunidades no solo son observadoras pasivas sino que son participantes activas en la salvaguardia de su medio ambiente. 

El progreso real exige mecanismos de aplicación más sólidos, políticas que evolucionen con la ciencia, y un compromiso de ampliar la educación y las campañas de sensibilización. Hasta que la protección ambiental no se vea como algo esencial y no opcional, estos desafíos seguirán amenazando nuestros recursos naturales. 
 

P. Como mujer que ha logrado importantes avances, ¿dónde cree que se necesita más inversión para acelerar los progresos y empoderar a las mujeres en su acción en favor de los humedales?

Ser mujer en este ámbito plantea desafíos únicos. Ya sea en una obra de construcción o en una sala de juntas, suele ser difícil que nos tomen en serio, y esto ocurre muy a menudo en el ámbito de los servicios de consultoría ambiental. Los profesionales del medio ambiente suelen ser vistos como un gasto añadido, en lugar de un componente valioso del proyecto, lo que hace aún más difícil que las mujeres podamos defender la sostenibilidad a largo plazo en espacios en que las decisiones sobre el desarrollo están basadas en el presupuesto y los réditos económicos a corto plazo. En un sector en que predominan los hombres, luchar por la responsabilidad ambiental puede parecer una batalla difícil de ganar, sobre todo cuando se pone el foco en el costo y no en el impacto. 

Para acelerar los progresos y empoderar a las mujeres en la conservación de los humedales, es necesario que haya más visibilidad y oportunidades de liderazgo. Debe haber más mujeres que participen en la formulación de políticas, el diseño de proyectos y la adopción de decisiones en materia regulatoria. Me encantaría ver que se reconoce a científicas, consultoras y conservacionistas como expertas de pleno derecho y no como interlocutoras secundarias del diálogo. Es fundamental estar representadas al nivel de la toma de decisiones, a fin de velar por que las preocupaciones ambientales se aborden de manera significativa. 

También es necesario contar con redes profesionales y programas de mentoría más sólidos para ayudar a las mujeres a superar los desafíos de trabajar en sectores en que predominan los hombres. Sin acceso a mentorías, oportunidades y apoyo muchas mujeres del ámbito de la conservación tienen dificultades para avanzar en su carrera o conseguir que su trabajo sea tomado en serio. La creación de estas redes ayuda a transmitir experiencia, conocimientos y orientaciones, lo que contribuye a crear una comunidad más fuerte y resiliente de mujeres dedicadas a la ciencia y las políticas ambientales. 

Hacer que las mujeres se sientan seguras y empoderadas en este campo es igual de importante que aumentar la visibilidad y el liderazgo. La labor ambiental a menudo exige estar en lugares remotos o aislados, ya sea en humedales, bosques o comunidades rurales y, como mujer en Jamaica, esto presenta un nivel de riesgo adicional. Cuando a las mujeres les sucede algo en estos entornos, se las suele culpar por ello, como si aventurarse sola a esos sitios fuese una mala decisión y no parte de su trabajo. Se espera tácitamente que evitemos estos lugares, en lugar de apoyarnos para que podamos recorrerlos de forma segura. Necesitamos poder hacer nuestro trabajo sin tener miedo, sin dudar y sin cargar con el peso de los juicios de valor de otros: necesitamos sentirnos seguras. La creación de condiciones seguras y la garantía de que las mujeres cuenten con los recursos y el apoyo necesarios para trabajar con seguridad en estos espacios es tan importante como cualquier cambio en las políticas u oportunidad de liderazgo. El empoderamiento de las mujeres que trabajan en la conservación significa no solo escuchar su voz, sino también protegerlas. 

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